lunes, 25 de mayo de 2009

Prefacio

Jean Luc de Godard ha dedicado su vida entera a escribir y reescribir cuanta teoría literaria se haya escrito o se vaya a escribir a lo largo de la historia.
Su obra, tan basta como extensa, difiere de sí misma en el seno de cada escrito publicado. Su heterogeneidad habrá de ser el núcleo y quizás el único concepto sostenido: se dirá en retrospectiva por sus reducidos lectores y relectores. Cada texto en su unidad contiene un punto de vista único, complejo y cerrado en sí mismo. Todos sus escritos dialogan entre si de formas interminables: se contradicen, se reformulan, se insultan.
La obra de Jean Luc de Godard, tan poco distribuida ha mantenido una fama irreparable pero dudosa entre los intelectuales que incursionan en ella y la inspeccionan ya sea como refuerzo de otros teóricos (sean anteriores por siglos o posteriores por décadas), como suplente de cualquier teoría, como objeto de estudio en si mismo e incluso algunos se aventuran en ella como una plácida e inquietante ficción. Lo que es seguro es que la obra de Jean Luc de Godard en su totalidad es irrefutable, puesto que nadie ha escrito o pensado ni podrá escribir o pensar nada que éste teórico dedicada no haya plasmado con cierta ambigüedad a alguna de sus lúcidas e intrincadas producciones que hoy en día se pueden encontrar compiladas por Siglo XXI editores.

Jean Luc de Gordard padeció una muerte cerebral inducida por un cáncer que se venía gestando hacía tiempo, a los maravillosos 123 años de edad.
La discusión de si se debía desconectar o no a Jean Luc de Godard acaloró los círculos intelectuales por años ya que como era de esperarse, su producción teórica condensaba tantos argumentos convincentes a favor de la eutanasia como en su contra.
El cuerpo permaneció conectado a una maquina hasta que se desintegró.
El último trabajo de Godard que se publicó fue encontrado tras su muerte garabateado en una servilleta de papel entre sus pertenencias en la mesa de la cocina.
Éste trabajo, si bien el más breve, es sin lugar a dudas el más polémico y el más citado, pues fantásticamente resume y da cierre a una producción que aparentaba inconcluible: al decir que toda su obra se la dedicaba a su gato, el único ser que en silencio y sin pronunciar una palabra lo indujo a cada una de sus reflexiones sin jamás contradecirlo.