sábado, 28 de febrero de 2009

Tobby

Tobby se llama Tobías, y se llama Tobías por el osito en el bazar. A la mamá de Tobías le gustaban mucho los osos, quién sabe por qué. Tobías viste con un mameluco, y tiene un pato en su cucheta al que llama Salmón. Tobías tiene una novia de seis, igualita a él: con rulitos negros y ojos verde oscuro. Tobías entiende muchas cosas, a diferencia de otros chicos de su edad, Tobías sabe leer. Ayer leyó en un envase de shampoo “usado por un profesional” y le preguntó a su mamá qué profesional, la mamá no le supo responder. La mamá de Tobías no entiende tantas cosas. Pero a Tobías no le importó. Tobías cerró los ojitos verdes y recostó su cabeza sobre el almohadón de plumas, de todas formas mañana lo averiguaría.


Maru

viernes, 27 de febrero de 2009

P.d.: Particulas de acero que me llenan los ojos de lágrimas

Seguir sangrando es lo que le permite a ésta carne trémula latir.
Seguir supurando extiende un brazo en la calzada para que estos poros ruidosamente puedan respirar.
Las erupciones continúan, así como mi andar: por este Buenos Aires, que me hecha el aire en la cara, y la brisa en los ojos: por un obelisco que se doblega en dirección a mi sien con aspecto amenazante: con todo y con vos.

Con amor, corrosivo, corroborable, cohesivo, coersivo, contaminado, te escribo, como las calles de este Buenos Aires, tu Buenos Aires: candombe, cachengue, incoherente, gris. Un Buenos Aires que por las mañanas canta sus perpetuos ecos mecánicos y oblongos y por las noches reza por muchas noches de Buenos Aires más.

Para no Olvidar: siempre seguir buscando la sombra en tu recuerdo.

Maru

domingo, 22 de febrero de 2009

¿Así mueren los árboles?

sábado, 21 de febrero de 2009

Metatexto


Te corre un hilo de sangre por la boca y recuerdo la sangría que tomamos el día anterior. Te corre un hilo de sangre entre las uñas y no puedo evitar pensar en lo mucho en que arañábamos las paredes de telgopór hará unos ¿qué? 6 años o quizás un poco más.
Esas paredes de telgopor nos separaban, y las arañamos hasta conocernos las manos: fue lo primero que te conocí. Y los gritos que se traspasaban pared a pared. Todos nos conocíamos los gritos, y los pataleos y los gruñidos y la frase individual Seguro seguro Rrose Selavy no se va a ir a ningún lado, deje de gritar. Esa era la tuya. La mia la reprimí.
Como odiábamos esas frases individuales, eran sinónimo de que no nos habían escuchado en toda la s-e-s-i-ó-n--. A mi me mandaron ahí por decir y ver lo que no debía, a vos por Rrose Selavy.
Arañamos y corrimos; desde ese día no paso un día sin escuchar los gruñidos, y los látigos y los comprimidos metálicos caer. Por suerte cuado doy la vuelta no hay nadie más, solo los gruñidos y yo.
No me creerías si te dijera que recién vi a alguien correr con un chaleco como el nuestro por Maipú: yo me acerqué y lo abracé, igual que nosotros se puso a llorar.
Es una lástima que no hayamos podido salir de caza, como nos habíamos prometido. Es una lástima, que ahora que las cosas vuelven a la normalidad, lo nuestro se apague tan trágica e inesperadamente como sucedió. Me corta la respiración, justo ahora que los astros se ajustan a nuestra disposición y los pájaros vuelven a contarme sus secretos, y puedo hacer contacto con los poros de la gente y los aliens y Gaugin. Justo ahora Rrose Selavy tenía que degollarte como a la gallina de Quiroga, que nadie me creía que era una gallina y no la hermana de los otros tres.
Se me eriza la piel, porque la sangría que tomamos ayer y los cuentos que nos contamos y los arañazos que nos reímos. Fue como volver a olvidar. Y se sintió el aire limpio, y tu sonrisa valió lo que las mil sonrisas de los niños desvalidos que me alimentan por compasión, no valen. Una terrible desgracia tu vida, compañero de odiseas, amigo, sabés mejor que a nadie, te voy a extrañar (que día tan perfecto pasamos ayer).

CARTA DE CASTULO HERNANDEZ II

Yo lluevo, en tus pies, tus ojos, tu nariz. Yo lluevo y vos tronás, porque así nos enseñaron que debe ser. Mientras yo grito vos enseñás los dientes, y la rabia te sale llena de espuma por la boca y las orejas.
El cielo se nubla y yo me preparo indiferente para llover. Y los huesos de la gente que está cerca chasquean y la humedad se te filtra hasta el hipotálamo, porque no te puedo enseñar a llover. ¿por qué?

lunes, 16 de febrero de 2009

Intersección fantástica


Como me duele dejarte partir. Te veo, te alejás batiendo las manos y los pañuelos y ese carterón, todos entremezclados: el pañuelo de satén, el que te regalé especialmente para decir adiós, el que te procuraron para que nadie se olvide de donde venís, ese carterón que te fabricaron, todo forrado de un marrón tan resplandeciente que deslumbra, como ya te habrás percatado, para que nunca lo pierdas, y esas manos: solo tenés dos, recién hechas. Pero todo se agita tan rápido que parecen miles y se fusionan para volverse a separar.
Exquisito rostro de porcelana que llora lágrimas esmeraldas y dejan un ruido a estupor al chocarse con el suelo de mármol gris disipado por el uso. Recuerdos exequibles que ambas intentamos olvidar mientras nos alejamos la una de la otra. Cómo un parto, reprimamos todo aquel proceso, será lo mejor para las dos. Si tan solo no hubiese mirado a esos ojos (cráteres abismales que se atiborraron en el instante en que alguien se fijó en vos). Esos ojos se colmaron de experiencia adquirida en milésimas de segundos, mientras todo el resto de vos tomaba forma, mis brazos truncos y gastados comenzaron a temblar; había cometido un error. Tus ojos lo supieron y fue el primer destello que se reflejó. Pero eso no te detuvo, un destello más y el amor nos había envuelto. Supongo que en eso radica tu magia, sabrá tu ejecutor.
El tacto para con tu piel, porcelana recién traída de los rincones más recónditos de la India, justo en aquella intersección fantástica entre ese delicado y frío cuello y el resto de tu cuerpo encastrado por las manos otras de mujeres de fe, fueron todo lo que necesité. Y mientras te alejás intento calmar el estremecimiento que el recuerdo del tacto me devuelve, sería una vergüenza sino catástrofe que alguien lo llegase a notar.
Tus ojos no mienten, se que no lo hacen tus lágrimas recién estrenadas. El vacío que dejás en mí tampoco es un invento, yo no lloro fácilmente, me enseñaron que no tengo que llorar, las lágrimas dejáselas a las señoritas de la alta sociedad: es una lástima que desde tan joven hayas aprendido a llorar. Dicen que una vez que se empieza no se puede parar, por lo menos eso decía mi madre entre susurros detrás de la puerta de la patrona anterior.
Me duele en el alma ver como te desvanecés, porque sé que hubiésemos sido las mejores compañeras. Hacer contacto con tus ojos, el peor error, porque nunca se debe mirar a los ojos a aquello que uno no puede alcanzar, si lo sabré, no sé porqué tanto lo sabrá pero si mi madre decía que lo sabía, entonces lo sabía.
Y mientras te perdés en la lejanía en esta gastada cinta transportadora para ser empaquetada por las manos de alguien más, trato de impedir los temblores. Trato porque sé que vos vas a parar a un puerto mejor del que yo incluso pueda imaginar con darte, pero también se la falta que me vas a hacer, y mientras agitás los brazos, los pañuelos y el carterón, tus ojos, ya expertos, dicen que tarde o temprano el adiós sería inevitable, y como percibís que se acerca el invierno tirás el pañuelo que te regalé especialmente para decir adiós, porque también sabés que lo voy a necesitar.

Maru

sábado, 14 de febrero de 2009

Lo que uno se encuentra en un safarí va mucho más allá de lo que puedas creer que te encontrás

Cuando se despertó, las aletas de su cola hicieron un ruido extraño: como de viscosidad.
Por suerte solo eran las aletas: se palpó el resto del cuerpo con pereza, y se sintió aliviado al notar que seguía siendo de chapa.
Pero esto de tener aletas de algún otro material generaba un problema. Ahora debía tomar dos baños, uno de aceite y otro de agua, por que limpiarse las extremidades inferiores, ahora hechas de tejido, igual que el resto del cuerpo, le estaba empezando a hacer supurar una sustancia pegajosa.
Maru

jueves, 12 de febrero de 2009

CARTA DE CASTULO HERNANDEZ

Bailo, espástico en la cúpula de barrancas de Belgrano, donde alguna vez algo fue asesinado. Bailo porque es lo único que me queda por hacer. Bailo por que sé que tarde o temprano- y en el caso de mí y de hoy, más bien temprano- me van a encontrar. Bailo porque es la única forma de que no te acerques, y veas mis lágrimas de sangre y desesperación. Porque hoy a la mañana desde que empecé a correr pude notar como sutilmente se empezaban a asomar escamas en el cuello y la parte superior de la cabeza: el pelo se escurría con mis ganas de vivir. Bailo porque se que probablemente sea la última vez que baile: y corro mientras se me vuelan las patillas y se me derriten los anteojos negros de carey.
Unos hombres graznando por aquí, un Falcon que croa por acá, una manzana envenenada que me ofrece una vieja horrenda con acento cordobés. En algún lado por allá por acullá y que se yo. Se me quiebran las piernas -¿quién o qué habrá sido, se te ocurre algo, amor?- justo a la altura de las rodillas y tus ojos desde lejos dicen angustiados que no te sorprende en lo más mínimo que no sangre más que plumas de color, pero seguro, te angustia. Mirás desde lejos, mientras me cargan en un lavabo, omnisciente, como si yo no supiese que atrás, bien atrás en la nuca con la nueva adquisición escamosa te encontrás vos: observadora, traicionera, acosadora, y me pregunto entre ruidos guturales ¿qué cosas más no me dejaste ver? ¿Me vas a venir a limpiar y besarme la baba abajo dónde me lleven?

Maru

martes, 10 de febrero de 2009

Hoy fue un día de lluvia



Es raro, ya no se escucha la lluvia por la radio. Es raro, porque cuando llueve, estoy convencida, que hay interferencia: en mis oídos, en el aire. Pero la radio sigue ocupando un espacio vacío.
Y miren que trato, trato con todas mis fuerzas, pero no puedo evitarlo: me gustan los días de lluvia. ¿Y a quién no le gustan los días de lluvia? Decía Ismael por aquellos días.
¿Y por donde andará Ismael hoy por hoy? te preguntás, entrecerrando los ojos para tratar de recordar con dificultad quién era Ismael. Pero estas convencida de que nunca existió un tal Ismael ¿o si? Los días de lluvia te confunden, y el olor y la consistencia de la cuerina del sillón en el que estás postrada tomando mate, te nublan la memoria.
Yo si recuerdo a Ismael, el se llevó mi radio, pero no lo hizo de ladrón; se llevó mi radio porque sabía que para donde se dirigía iba a extrañar la lluvia, y el quería escucharla, por eso se la llevó.
Claro, por eso hoy no tengo más telenovelas, pero no importa, yo se que cuando sea abuela, mis nietos me van a regalar algún aparatejo del tamaño de mi mano en el que pueda ver una y otra vez mis novelas preferidas.
Quién sabe.


Maru

domingo, 8 de febrero de 2009

Se Busca


Se buscan escusas para escribir, producir, para pasar el verano- que le queda un rato largo y mucha cola de espera.
Para inagurarlo puedo decir: Bienvenidos (¿quién es bienvenido?¿alguién se entera de este blog?¿cómo hace la gente para que otra gente sepa que existe el blog? ¡Qué mala publiciste que sería!), no tengo idea qué voy a hacer con este espacio (solo espero que no termine igual que mi fotolog... olvidado, enterrado con un poquito de verguenza)...

-Señor, ¿por casualidad no se cruzó con un globo que anda suelto por ahí, no?
-No querida, pero no te preocupes que si lo veo te aviso. ¿Segura que anda dando vueltas por la plaza?
-y... si... muy lejos no se puede haber ido. Suele ser muy obediente, no se qué le pasó hoy, pero le dije que no se vaya, y que si no me hacía caso que por lo menos no se vaya muy lejos...
-¿Y cómo era tu globo, nena?
-Rojo, pero cuando está contento se vuelve un poco más azul. Muy redondo y tirante. Y tiene una forma de flotar tan pero tan especial que las cosas se corren de su camino, ya sabe para abrirle el paso. Es Dificil de pasar por alto, es un globo muy bien parecido, pocas veces se ven globos así.
-¿No es aquel que anda por allí?
-No... pero quizás ese me pueda ayudar, supongo que le tendré que preguntar. Muchas gracias de cualquier manera. Bueno... eh ya sabe... si lo ve aquí tiene mi celular.

Con amor y esperanzas de que esto me lleve a algún lado:
Maru